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Blog de Directo a Japón

Regreso a Japón 2019 - Día 2: Utsunomiya y Nikko

Visita al templo Oya, Heiwa Kannon y el santuario Toshogu en Nikko

29 de Marzo de 2019

     Arranca pronto este segundo día en Japón, donde empezamos la mañana con unas buenas vistas a la Tokyo Skytree desde nuestra habitación.

Ya con las mochilas a la espalda, tomamos el metro hasta la estación de Ueno, donde aprovecharemos los JR Pass para montar en el primer shinkansen de este viaje que nos iba a llevar hasta Utsunomiya, donde pasaremos la noche. Durante el trayecto en tren aprovechamos para disfrutar del primer desayuno de los campeones de este viaje, todo un clásico entre los japoneros. No es otra cosa que un meron pan y un buen Van Houten, pero a nosotros nos sabe a gloria.

No es habitual escoger esta ciudad para alojarse, pero si de algo iba a servir este viaje era para conocer mejor esos lugares que muchas veces vemos de pasada, o en los que simplemente ni nos paramos. Ya en Utsunomiya, nos ponemos en 1 minuto en nuestro hotel (Chisun Hotel Utsunomiya), y es que lo hemos pillado tan cerca de la estación que desde la ventana de la habitación se ven los trenes. Como pasa siempre que llegas antes de las tres, únicamente hemos podido dejar las mochilas en recepción. Así que ya más ligeros, damos un breve paseo por la zona y nos presentamos al extraño ser con forma de gyoza (plato por el que es muy famosa Utsunomiya) que puedes encontrar junto a la estación.

Justo frente a la estación está la estación de autobuses, y ahí es donde teníamos que esperar al bus número 45 (450 ¥/trayecto) que nos llevaría hasta nuestra primera excursión del día, el Templo Ōya. Algo que nos extrañó fue que nadie más se bajó en nuestra parada, y eso que habían tres occidentales más en el bus, pero luego pensamos que seguramente iban a visitar un museo que se encontraba más adelante y que a nosotros no nos llamó la atención.

Lo que nos atrajo de este templo fue su singular ubicación, con parte del mismo dentro de una montaña. Y más nos sorprendió su interior, donde puede verse la estatua de Buda en piedra más antigua de Japón.

La entrada al templo cuesta 400 ¥ y además incluye el acceso a un bonito jardín que hay en un lateral con un pequeño estanque y un puente. Si acudes, no te pierdas la escultura de una serpiente blanca con ojos rojos que hay en la pequeña isla en el estanque.

Otro elemento incluido en la entrada es un pequeño museo en el que puede verse un esqueleto de 11.000 años de antigüedad, además de otras imágenes del templo y grabados.

Algo que debes saber es que está prohibido sacar fotos en el interior del templo, por lo que no podemos mostrarte imágenes del Buda en piedra, aunque sí alguna de otras talladas en piedra que pudimos fotografiar desde la parte exterior.

Una vez finalizada la visita al templo nos acercamos hasta la inmensa estatua de la diosa Kannon que hay muy cerca de allí. Esta estatua es la conocida Heiwa Kannon, de 27 metros de altura y construida en recuerdo de los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial y como plegaria para la paz mundial. La verdad es que verla de cerca impresiona bastante, y además puedes subir por unas escaleras laterales hasta la altura de su cabeza y ver los alrededores. La visita a la estatua es gratuita.

Como faltaba un buen rato hasta que pasara el siguiente bus (que para la vuelta a Utsunomiya es el número 1 y tiene la parada casi enfrente de la de llegada), nos metimos en una cafetería bastante moderna para lo que habíamos visto por la zona. Se agradeció, ya que segundos después de entrar comenzó a llover, y no llevábamos paragüas en ese momento.

De vuelta en Utsunomiya, nos pasamos por el hotel para pedir prestados un par de paragüas y acercarnos hasta una zona al otro lado de la estación donde servían una amplia variedad de gyozas. Por cierto, parece que para el año 2022 Utsunomiya va a contar con una nueva red de tranvías, así que será un aliciente más para conocer la ciudad más a fondo.

Decidimos parar a comer en la conocida cadena Gyozakan, la cual tiene varios locales repartidos por la zona. Su mascota es un simpático personaje con cabeza de gyoza, así que aproveché para sacarme una foto con él.

En cuanto a la comida, nos pedimos un surtido variado de gyozas, teniendo distintas opciones en la carta a gusto del consumidor. Dentro de las que nos pedimos habían unas con algo llamado "perilla" que no estaba nada bueno, al menos para mi gusto.

Después de la comida, volvimos a la estación para tomar el tren que nos llevaría hasta Nikko. Y es que me parecía un sacrilegio llevar cuatro viajes a Japón y no haber ido todavía a una de las principales visitas del país. Lo primero que me sorprendió fue la bonita decoración del tren en el que montamos, tanto la exterior como el interior.

Ya en Nikko, compramos el pase de un día para el bus por 500 ¥ y nos subimos rápidamente al bus que nos acercaría hasta la zona donde se encuentra el santuario Toshogu, uno de los más importantes del conjunto de templos y santuarios que convierten a Nikko en Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco.

No paró de llover en el tiempo que estuvimos por la zona, pero eso no impidió que pudiéramos disfrutar de la belleza de los templos y santuarios por los que pasamos. Es una auténtica maravilla el nivel de detalle de las construcciones, y me encantó poder ver al fin en primera persona elementos tan conocidos como los tres monos (no ver, no oir y no hablar) o el gato dormido (nemuri-neko).

Tras recorrer el santuario, con subida incluida por los tropecientos escalones que te llevan hasta el mausoleo de Ieyasu Tokugawa, decidimos bajar caminando hasta la parada del bus que hay junto al puente Shinkyo, otro de los puntos más conocidos del lugar.

Una anécdota del momento fue que, cuando quedaba una sola parada para llegar a la estación de Nikko, se cayó uno de los tubos de escape del autobús en el que íbamos, y el pobre conductor nos tuvo que pedir a todos que bajáramos ya que no podía seguir así el recorrido. Vimos como lo llevó como pudo hasta un parking cercano y miraba una y otra vez de qué manera iba a poder solucionar aquello.

De regreso en Utsunomiya, esta vez sí, hicimos el check-in en el hotel y pudimos descansar un rato en nuestra maravillosa habitación de los años 80, eso sí, era inmensa.

Tras un merecido descanso, dimos un paseo por el centro comercial que hay al lado del hotel, pasando por el primer Daiso (tiendas de todo a 100 ¥) de la temporada y cenando algo en un Saizeriya, donde sirven platos de pasta, carne y demás a buen precio. Un detalle que no me gustó nada del sitio es que permitieran fumar, aunque lo hacían en estancias supuestamente especiales para fumadores, pero cuya única separación del resto de la clientela era una fina cortina de aire que no impedía que nos llegaran los malos olores.

Y después de la cena, de vuelta al hotel para dormir un poco y prepararnos para el siguiente día de nuestra ruta por Japón.

 

CONTINÚA LA CRÓNICA EN EL DÍA 3

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